El 75º aniversario del inicio de la guerra civil española, que se celebró en julio de 2011, es una ocasión magnífica para revisar el papel decisivo que tuvo el cine en la confrontación entre los diversos bandos implicados en aquellos hechos históricos.
La guerra civil española fue el gran banco de pruebas —bélicas y cinematográficas— que precedió a la Segunda Guerra Mundial en una época en que el cine era la única fuente de información audiovisual.
En la España de 1936 no solo había dos bandos enfrentados. A favor del gobierno legítimamente surgido de las urnas luchaban republicanos, comunistas, trotskistas y anarquistas con la complicidad de la Unión Soviética, el apoyo de las Brigadas Internacionales y la pasividad de las democracias occidentales. Detrás de la insurrección militar encabezada por Franco estaba el apoyo del capital y de la Iglesia con el apoyo militar de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. Esta polifonía de banderas e intereses también tenía su reflejo en el cine. Cada facción disponía de su aparato de propaganda, que se traducía en noticiarios y documentales que se exhibían en los respectivos territorios controlados, dentro y fuera de las fronteras ibéricas. En los frentes de la guerra civil española filmaron operadores locales, pero también testigos internacionales como el soviético Roman Karmen, el holandés Joris Ivens o el francés André Malraux.
En la retaguardia, por otra parte, el público, y muy especialmente el de las grandes capitales, disfrutaba del cine como un instrumento de ocio preferente con las películas procedentes de Hollywood como las de más éxito. Los dos grandes centros de producción, Madrid y Barcelona, estuvieron en terreno republicano hasta casi el final de la guerra y se mantuvieron activos con la producción de largometrajes de ficción que solo en contadas ocasiones respondían a intereses propiamente revolucionarios.
Terminada la guerra, el bando vencedor reescribió la historia desde su punto de vista con una serie de largometrajes que, si de entrada abordaban el conflicto como si se tratara de una cruzada, a partir de la victoria aliada de 1945 quedarían incómodamente obsoletos. Silenciada cualquier disidencia interior hasta las postrimerías de la dictadura, esporádicas voces prorrepublicanas se alzaron desde diversas cinematografías extranjeras.
La exposición “Imágenes confrontadas: la Guerra Civil y el cine”, que ahora estrena la sala de exposiciones del edificio de la Filmoteca en el Raval barcelonés y que complementa el ciclo de películas “Memorias de la Guerra Civil”, tiene como hilo conductor los filmes que Jaime Camino ha realizado sobre este tema, así como los documentales propagandísticos de Laya Films, organismo del Comisariado de Propaganda de la Generalitat republicana. Carteles, fotografías, guiones, documentos escritos y también materiales cinematográficos inéditos subrayarán la importancia que tuvo el cine en el curso de un acontecimiento histórico que confrontó a diversos sectores ideológicos e implicó a numerosos intelectuales para sensibilizar al público, el de entonces y el de posteriores generaciones que llegan hasta la actualidad.